Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, Zaragoza, 30 de marzo de 1746 – Burdeos, Francia, 15 de abril de 1828) fue un pintor y grabador español. Su obra abarca la pintura de caballete y mural, el grabado y el dibujo. En todas estas facetas desarrolló un estilo que inaugura el Romanticismo. El arte goyesco supone, asimismo, el comienzo de la Pintura contemporánea, y se considera precursor de las vanguardias pictóricas del siglo XX.
Tras un lento aprendizaje en su tierra natal, en el ámbito estilístico del barroco tardío y las estampas devotas, viaja a Italia en 1770, donde traba contacto con el incipiente neoclasicismo, que adopta cuando marcha a Madrid a mediados de esa década, junto con un pintoresquismo costumbrista rococó derivado de su nuevo trabajo como pintor de cartones para los tapices de la manufactura real de Santa Bárbara. El magisterio en esta actividad y en otras relacionadas con la pintura de corte lo imponía Mengs, y el pintor español más reputado era Francisco Bayeu, que fue cuñado de Goya.
Una grave enfermedad que le aqueja en 1793 le lleva a acercarse a una pintura más creativa y original, que expresa temáticas menos amables que los modelos que había pintado para la decoración de los palacios reales. Una serie de cuadritos en hojalata, a los que él mismo denomina de capricho e invención, inician la fase madura de la obra del artista y la transición hacia la estética romántica.
-CONTEXTO HISTORICO:
se autoproclamó cónsul de la Primera República Francesa el 18 de febrero de 1799 y en 1804 Pío VII le coronó emperador. España controlaba el acceso al Mar Mediterráneo y poseía varias colonias, por lo que era un punto crucial en el mapa europeo que los franceses debían dominar cuanto antes. Carlos IV, un hombre abúlico y desinteresado por el gobierno, era el rey de España desde 1788. La reina María Luisa de Parma y su supuesto amante, el primer ministro Manuel Godoy, eran quienes manejaban el reino. Napoleón tomó ventaja de la situación y propuso al gobierno español conquistar Portugal y repartirlo entre ambas naciones.El Príncipe de la Paz —como se conocía a Godoy— negoció el trato y poco después acepta gustoso la oferta, y permite a los franceses penetrar en territorio español. Sin embargo, las verdaderas intenciones del emperador eran otras, conquistar España y Portugal simultáneamente y situar a su hermano José Bonaparte —desde 1806, soberano de Nápoles— a la cabeza de ambos reinos. Pero el acuerdo casi subrepticio de Godoy con el Primer Imperio Francés desató descontento en varias esferas de la sociedad española, lo cual fue capitalizado por el príncipe Fernando de Borbón, acérrimo adversario de Godoy. Junto a otras personalidades del gobierno, como el infante Antonio Pascual, Fernando entendió claramente que era un plan de los franceses para hacerse con el reino y pensó en asesinar al ministro e incluso a sus padres, para tomar él el poder y sacar a las tropas de Napoleón.Más de 20.000 soldados franceses entraron a España en noviembre de 1807, con la misión de reforzar al ejército hispano para atacar Portugal. Los españoles no opusieron resistencia y permitieron su libre tránsito. Hacia febrero de 1808, los auténticos planes de Napoleón comenzaron a saberse y hubo pequeños brotes de rebeldía en varias partes de España, como Zaragoza. Joaquín Murat, comandante de las fuerzas francesas, creía que España reaccionaría mejor bajo el mando de José I de Nápoles, hermano de Napoleón, que gobernada por Carlos IV o por su hijo Fernando. Así lo expresó al emperador en una carta del 1 de marzo de 1808.[13] En marzo se produce el Motín de Aranjuez. Carlos IV debe destituir a Godoy y éste tiene que salir del país por temor a morir linchado a manos del pueblo. Obligado por la penosa situación, el rey abdica y Fernando se convierte en el nuevo monarca español. Al conocer los sucesos en España, Napoleón se precipita y aprehende a Fernando VII, que debe devolver la corona a su padre y éste la pone en manos del francés. Napoleón no duda en traspasar la corona a su hermano y desde el 6 de junio de 1808, José Bonaparte es rey de España.
El pueblo español había aceptado gobernantes extranjeros en el pasado —a la Casa de Borbón en 1700, con Felipe de Anjou (posteriormente Felipe V) como rey—, pero esta vez no estaba dispuesto a permitir una ocupación francesa. El dos de mayo el gobierno invasor decretó la salida de los últimos miembros de la familia real, entre ellos los infantes María Luisa y Francisco de Paula. Al percatarse de ello, el cerrajero Blas Molina gritó al pueblo: «¡Traición! ¡Nos han quitado a nuestro rey y quieren llevarse a todos los miembros de la familia real! ¡Muerte a los franceses!». Comenzó así el levantamiento. Murat escribió sobre ello a José Bonaparte que «el pueblo de Madrid se ha levantado en armas, dándose al saqueo y a la barbarie. Corrieron ríos de sangre francesa. El ejército demanda venganza. Todos los saqueadores han sido arrestados y serán fusilados». Tal como escribió el general, esa noche comenzó en la capital una implacable persecución de presuntos sublevados. Cualquiera que llevase una navaja —común entre los artesanos madrileños— era arrestado y condenado a muerte sin previo juicio. Las ejecuciones se realizaron a las cuatro de la mañana en Recoletos, Príncipe Pío, la Puerta del Sol, La Moncloa, el Paseo del Prado y la Puerta de Alcalá. Cerca de allí se encontraba la montaña del Príncipe Pío, donde se dieron los sucesos que inspiraron al artista de Fuendetodos para la obra que emprendería un lustro más tarde. Pocos días después, la población de Madrid tenía ya en un altísimo concepto de heroicidad a los caídos la noche del tres de mayo y algún tiempo después circularon estampas en las que conmemoraba su lucha contra Napoleón —visto ya como la personificación del Anticristo católico—.
La vasta mayoría de los ejecutados en Príncipe Pío —actualmente conocida como plaza de España— eran condenados por una Comisión Militar que no les concedía derecho a defensa, aunque casi todos los rehenes habían participado activamente en la insurrección y se les aprehendió con las armas en la mano. Goya debió de documentarse abundantemente para sus obras —como era habitual en él— y para ello utilizó algunos testimonios de presos que lograron fugarse, como uno que huyó hacia la ribera del Manzanares.
El pintor conmemorará los hechos acaecidos en la reyerta del dos de mayo en La carga de los mamelucos, donde un grupo de milicianos franceses a caballo pelean contra el pueblo sublevado en la Puerta del Sol, escenario de varias horas de fiero combate. Muchos de los rebeldes fueron sofocados, arrestados y fusilados en las localidades cercanas a Madrid durante los días siguientes, hecho que representa El tres de mayo de 1808. La oposición española persistió durante los siguientes cinco años, en forma de una dura guerra de guerrillas. Tiempo más tarde unieron sus ejércitos con portugueses y británicos, bajo la dirección de Arthur Wellesley, duque de Wellington —militar que tuvo su «bautizo de fuego» en la Península hacia agosto de 1808—. Como ya se ha dicho, en la época en la que Goya concibe este cuadro los españoles habían mitificado a tal extremo a los rebeldes de mayo de 1808 que eran ya sinónimo de patriotismo y heroísmo.-OBRAS DE GOYA:
Saturno devorando a un hijo.
El cuadro Saturno devorando a un hijo es una de las pinturas sobre revoco que formó parte de la decoración de los muros de la casa que Francisco de Goya adquirió en 1819, pertenece a la serie de las Pinturas Negras.
La obra, junto con el resto de las «Pinturas negras» fue trasladada de revoco a lienzo en 1873 por Salvador Martínez Cubells, sin embargo, las obras no atrajeron compradores y él mismo las donó, en 1876, al Museo del Prado, donde actualmente se exponen.
Representa al dios Crono, como es habitual indiferenciado de Chronos, o (Saturno en la mitología romana), en el acto de devorar a uno de sus hijos. La figura era emblema alegórico del paso del tiempo, pues Crono se comía los hijos recién nacidos de Rea, su mujer, por temor a ser destronado por uno de ellos.
Fusilamiento del dos de mayo.
El dos de mayo de 1808 en Madrid
la Puerta del Sol es, junto con El tres de mayo, uno de los cuadros más célebres de Francisco de Goya y Lucientes, pintor español. El cuadro, pintado en 1814 en óleo sobre tela, se encuentra en el Museo del Prado, en Madrid.
Representa una escena del levantamiento del 2 de mayo contra los franceses, comienzo de la guerra de independencia española contra Napoleón, que había ocupado España en 1808 y había puesto como rey a su hermano, José.
Durante la Guerra Civil este cuadro, junto con otros del Museo del Prado, fue sacado de España y trasladado a Ginebra. En ese traslado se deterioraron algunos fragmentos, como puede observarse en las faltas cubiertas de marrón a la izquierda del cuadro. Se cuenta que el camión que transportaba el lienzo rozó un balcón, y dado que la pintura se trasladaba en su bastidor (no enrollada), sufrió el impacto y se desgarró. En 2008 las zonas afectadas fueron restauradas y las figuras desaparecidas reintegradas a la acuarela.
La familia de Carlos IV
La familia de Carlos IV es un retrato colectivo pintado en 1800 por Goya (1746-1828). Se conserva en el Museo del Prado de Madrid.
Un año antes de realizar de este cuadro, Goya había obtenido el más alto cargo que un pintor podía alcanzar en España: pintor de cámara al servicio del rey, la misma distinción que había obtenido Velázquez un siglo y medio antes.
Gracias a las cartas de la reina María Luisa de Parma a Godoy conocemos paso a paso la concepción del cuadro. Goya recibió el encargo de pintarlo cuando la Familia Real pasaba una temporada en el Palacio Real de Aranjuez. Posiblemente por su nuevo nombramiento, Goya ideó una composición similar a Las Meninas, en alusión a Velázquez, quien había ostentado el mismo cargo al servicio de Felipe IV.Goya muestra a los personajes de pie, vestidos con lujosos ropajes de seda y con abundantes joyas y condecoraciones. Contemplan a alguien que posa enfrente de ellos para Goya; se supone que es Manuel Godoy, primer ministro y protegido de los reyes. Al igual que hizo Velázquez, Goya aparece junto a los reyes y demuestra su proximidad a ellos, pero ocupa un plano secundario para no acaparar protagonismo.
La Maja desnuda
La Maja desnuda es una de las más célebres obras del Francisco José de Goya y Lucientes. El cuadro es una obra de encargo pintada antes de 1800, en un periodo que estaría entre 1790 y 1800, fecha de la primera referencia documentada de esta obra. Luego formó pareja con La maja vestida, datada entre 1802 y 1805.
En el diseño de este cuadro el dibujo es decisivo, por ese motivo y por el predominio de una gama cromática fría se nota la influencia del neoclasicismo, si bien Goya va mucho más allá de tal ismo.
Aunque se ubica dentro de la estética del neoclasicismo,como otras del mismo pintor, esta obra de Goya es audaz y atrevida para su época, como audaz es la expresión del rostro y actitud corporal de la modelo, que parece sonreír satisfecha y contenta de sus gracias. Más aún, es la primera obra de arte (conocida) en la cual aparece pintado el vello púbico femenino, lo cual resalta el erotismo de la composición.
Cabe destacar la particular luminosidad que Goya da al cuerpo de la desnuda, luminosidad que contrasta con el resto del ambiente, y junto a esa luminosidad la típica expresividad que Goya sabe dar a los ojos.
La carga de los mamelucos
La carga de los mamelucos en la Puerta del Sol es, junto con El tres de mayo, uno de los cuadros más célebres de Francisco de Goya y Lucientes, pintor español. El cuadro, pintado en 1814 en óleo sobre tela, se encuentra en el Museo del Prado, en Madrid.
Representa una escena del levantamiento del 2 de mayo contra los franceses, comienzo de la guerra de independencia española contra Napoleón, que había ocupado España en 1808 y había puesto como rey a su hermano, José.
En el cuadro, los insurgentes españoles atacan a los mamelucos, mercenarios egipcios que combaten al lado del ejército francés. Esta revuelta fue aplastada de forma sangrienta por el ejército de ocupación.
Los movimientos de los caballos y de los distintos personajes dotan al cuadro de un gran dinamismo. Refleja la escena con gran realismo, como puede verse la representación de los cuerpos caídos y los ríos de sangre. En el último término, se ve el perfil arquitectónico de Madrid, si bien tratado de tal manera que no distrae la atención del acontecimiento principal, que domina el primer plano.Triple generación
El cuadro representa a la Sagrada Familia, esto es, la Virgen María junto al Niño Jesús y san José portando su vara florida, bajo un cielo en gloria de resplandor amarillo anaranjado (color que habitualmente representaba lo sobrenatural) donde unos ángeles en escorzo sostienen unas nubes donde se apoya Dios Padre. Sobre él se aprecia al Espíritu Santo representado por una paloma. Junto a la Sagrada Familia aparecen san Joaquín y santa Ana contemplando la escena, formando la «Triple generación» las figuras más ancianas que completan la obra.
El cuadro muestra la iluminación del Barroco tardío. El dibujo muestra modelos que se darán en otros cuadros de Goya, como las cabezas de Dios Padre y San Joaquín, que podemos identificar en los cuadros que se han visto bajo la Celestina y su hija (Fundación March) y bajo el Bautismo de Cristo.
El colosoEl coloso es un cuadro tradicionalmente atribuido a Francisco de Goya en el que un gigante de tamaño colosal se yergue tras unos montes que ocultan sus piernas hasta los muslos ocupando el centro de la imagen, rodeado de nubes y con los puños en alto. El tercio inferior del lienzo lo ocupa un sombrío valle donde una multitud de gente y ganado se dispersa caóticamente en todas direcciones.
El enorme cuerpo del gigante ocupa el centro de la composición. Parece adoptar una postura combativa a juzgar por la posición del brazo y el puño cerrado. El cuadro fue pintado durante la Guerra de la Independencia Española, por lo que podría simbolizar dicho enfrentamiento bélico. Nigel Glendinning afirma que el cuadro está basado en un poema patriótico de Juan Bautista Arriaza llamado «Profecía del Pirineo».
En él se presenta al pueblo español como un gigante surgido de los Pirineos para oponerse a la invasión napoleónica.
Cristo crucificado
Se trata de un Cristo de estilo neoclásico, si bien está arraigado en la tradicional iconografía española y relacionado con el Cristo de Velázquez y el de Anton Raphael Mengs, aunque sin el fondo de paisaje de este último, sustituido por un negro neutro, como en el del modelo del maestro sevillano.
Con fondo negro y cuatro clavos, como mandaban los cánones del barroco español crucificado de cuatro clavos con los pies sobre el supedáneo y un letrero sobre la cruz que contiene la inscripción IESUS NAZARENUS REX IUDEORUM en tres lenguas, como pedía el modelo iconográfico en España desde Francisco Pacheco Goya quita énfasis a los factores devocionales (dramatismo, presencia de la sangre, etc.) para subrayar el suave modelado, pues su destino era agradar a los académicos regidos por el Neoclasicismo de Mengs.
La cabeza, trabajada con pincelada suelta y vibrante, está inclinada a su izquierda y levantada, como su mirada, hacia las alturas refleja dramatismo, incluso parece representar un gesto de éxtasis al reflejar el instante en que Jesús alza la cabeza y, con la boca abierta, parece pronunciar las palabras «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
Autorretrato
Autorretrato, pintado por Francisco de Goya en 1815, a la edad de sesenta y nueve años, fue uno de los últimos óleos en que plasmó su propia imagen. Se trata de una obra de pequeño tamaño (46 x 33 cm) que se caracteriza por darnos una imagen cercana, cotidiana, íntima del pintor en su vejez.
Sobre la base de un espacio indefinido y oscuro de fondo (a la manera velazqueña), abocetado y de aspecto inacabado, y solo un poco menos que la levita marrón rojizo, se destaca el cuello pulquérrimo de una camisa con el cuello abierto de firme y eficaz pincelada. La base, preparada con ocres, presta al cuadro un color cálido, que complementa perfectamente la delicada tez sonrosada de su rostro, pintada con mucha más pasta y que realza la luz que desprende el rostro. Todo el conjunto desprende, así, un amable espíritu de placidez, que corresponde a un artista experimentado, ya en plena ancianidad. El pintor mira francamente al espectador de la obra, al que parece interpelar.
La maja vestida
La maja vestida es una de las obras más conocidas del pintor español Francisco de Goya. Está realizado en óleo sobre lienzo.
El traje blanco de esta Maja se ciñe de tal forma a la figura, en particular el sexo y los pechos, que parece más desnuda que la otra. La cintura la resalta mediante una lazada rosa. La nota de color del cuadro la pone la chaquetilla corta o bolero, similar al de los toreros, de mangas anaranjadas con los puños rematados con encaje negro. Lleva zapatos dorados de pequeño tamaño.
Goya la pintó con pinceladas sueltas, pastosas y muy libres, a diferencia de la Maja desnuda, en que el pintor es más cuidadoso en el tratamiento de las carnaduras y sombreados. La figura de la maja está bañada con una luz que destaca las diferentes texturas.
Se retrata a la misma mujer recostada en un lecho y mirando directamente al observador. No se sabe, a ciencia cierta, quién es la retratada. Se apuntó la posibilidad de que se tratara de la decimotercera duquesa de Alba María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, amiga de Goya. No obstante, dado que el primer propietario fue Godoy, se ha considerado más probable que la modelo directamente retratada haya sido la entonces amante y luego la esposa del mismo mencionado Godoy, Pepita Tudó.
También ha suscitado dudas el objeto rojizo que se asoma bajo los cojines; algunos pensaron que era la empuñadura de una daga o puñal, lo que acentuaría las connotaciones novelescas y eróticas del retrato. Otras fuentes creen que es un abanico cerrado.
Estudio De La Epoca A Traves De Obras Literarias.
No se salvaron tres de a caballo que corrían a todo escape hacia la Puerta del Sol. Se les hicieron varios disparos; pero irritados ellos cargaron sobre un grupo apostado en la esquina del callejón de la Chamberga, y bien pronto viéronse envueltos por el paisanaje. De un fuerte sablazo, el más audaz de los tres abrió la cabeza a una infeliz maja en el instante en que daba a su marido el fusil recién cargado, y la imprecación de la furiosa mujer al caer herida al suelo, espoleó el coraje de los hombres. La lucha -245- se trabó entonces cuerpo a cuerpo y a arma blanca.
Llegar los cuerpos de ejército a la Puerta del Sol y comenzar el ataque, fueron sucesos ocurridos en un mismo instante. Yo creo que los franceses, a pesar de su superioridad numérica y material, estaban más aturdidos que los españoles; así es que en vez de comenzar poniendo en juego la caballería, -249- hicieron uso de la metralla desde los primeros momentos.
La lucha, mejor dicho, la carnicería era espantosa en la Puerta del Sol. Cuando cesó el fuego y comenzaron a funcionar los caballos, la guardia polaca llamada noble, y los famosos mamelucos cayeron a sablazos sobre el pueblo, siendo los ocupadores de la calle Mayor los que alcanzamos la peor parte, porque por uno y otro flanco nos atacaban los feroces jinetes. El peligro no me impedía observar quién estaba en torno mío, y así puedo decir que sostenían mi valor vacilante además de la Primorosa, un señor grave y bien vestido que parecía aristócrata, y dos honradísimos tenderos de la misma calle, a quienes yo de antiguo conocía.
Ustedes no pueden figurarse cómo eran aquellos combates parciales. Mientras desde las ventanas y desde la calle se les hacía fuego, los manolos les atacaban navaja en mano, y las mujeres clavaban sus dedos en la cabeza del caballo, o saltaban, asiendo por los brazos al jinete. Este recibía auxilio, y al instante acudían dos, tres, diez, veinte, que eran atacados de la misma manera, y se formaba una confusión, una mescolanza horrible y sangrienta que no se puede pintar. Los caballos vencían al fin y avanzaban al galope, y cuando la multitud encontrándose libre se extendía hacia la Puerta del Sol, una lluvia de metralla le cerraba el paso.
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